Los británicos The Cure volvían a España tras su visita al Primavera Sound 2012 con motivo de la gira europea que celebra en este 2016 el cuarenta aniversario de su nacimiento como banda. Por ello, y pese a que el grupo de Robert Smith no ha publicado nuevo disco desde 2008, el concierto del Palau Sant Jordi con todas las entradas vendidas desde hace exactamente un año se presentaba como una gran oportunidad de disfrutar del inmenso repertorio de una de las bandas capitales del siglo XX, acostumbrada a ofrecer en los últimos años shows de larga duración.
Partiendo de que sus setlist mutan en cada ciudad con la facilidad de un X-Men, sorprendió un arranque con "Open" en vez de la casi obligada "Plainsong", probablemente la canción perfecta perfecta para abrir cualquier concierto del mundo para un servidor. A partir de aquí una primera parte del show de cerca de 90 minutos mayoritariamente centrada en The Head On the Door, su álbum de 1985, donde sonaron "Kyoto song", "A night like this", la genial "In between days", "Sinking" o la flamenca "The blood", que suelen incluir en todos sus shows en España y donde Robert Smith se marca unos ritmos andaluces en su introducción con la guitarra acústica. También merece la pena destacar en este primer bloque la presencia de éxitos como "Pictures of you" y "Just like heaven", o la perfecta integración de Reeves Gabrels en el sonido global de la banda, como se pudo observar en los sutiles acordes de su guitarra en "From the edge of the deep green sea", aunque sin lugar a dudas el protagonismo absoluto lo tuvo Roger O'Donnell y sus teclados que sacaron a flote ese lado más oscuro de la banda en temas como "Primary", "Charlotte sometimes" o la críptica "End", con la que la banda se despidió por primera vez.
El primer descanso no sentó muy bien al ambiente de concierto, que se relajó en exceso y que no fue el mejor para la inédita "It can never be the same", pieza menor de su discografía que hubiese tenido difícil cabida en los discos de los 80, a la que siguieron "Burn" y un par de temas del álbum Seventeen Seconds cómo "Play for today" y "A forest", que sirvieron para el lucimiento personal de un Simon Gallup hasta entonces más pendiente de sus movimientos en el escenario que de sus increíbles capacidades al bajo. Siguiendo la tónica del anterior, el segundo bis fue virando poco a poco hacia su vertiente más emo y pudimos disfrutar de "Shake dog shake" y "Fascination street", pruebas fehacientes de que la voz de Robert Smith se encuentra mejor que nunca, con unos tonos claros y potentes después de más dos horas de concierto.
Con los fans más acérrimos ya rendidos a sus pies, llegaba el momento de darse el baño de masas que toda banda conocida mundialmente busca en sus conciertos interpretando sus grandes éxitos. ¡Y vaya forma de hacerlo tuvieron los ingleses! Los últimos 30 minutos del concierto se convirtieron en una fiesta continua cercana al pop en la que cayeron al principio "Lullaby", con Robert Smith y Simon Gallup juntándose en un metro cuadrado para tocar los acordes iniciales, y "Hot Hot Hot", para posteriormente ya con el público en pie y bailando, acabar con "Friday I'm in love", "Boys don't cry", "Close to me" y "Why can't I be you?", que supuso el cierre a un concierto que fue un excelente repaso a los primeros 15 años de su discografía y en el que personalmente se echó en falta la nula presencia de los discos más recientes como Wild Mood Swings, Bloodflowers, The Cure o 4:13 Dream.
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