En una fría y lluviosa noche de febrero en Ámsterdam, pocas cosas te pueden sacar de la pereza del sofá.. Aunque sin lugar a dudas, una de ellas puede ser disfrutar del directo de uno de los grupos con más fuerza y personalidad de los 90, los británicos Skunk Anansie, que llegaban a la sala Paradiso de Ámsterdam para presentar su nuevo LP Anarchytecture.
La banda encargada de abrir la noche fueron los también británicos Bones, liderados por la imponente voz de Rosie y la contundencia a la guitarra de Carmen Vandenberg. Su post punk con letras reivindicativas fusionado sobre bases electrónicas algo repetitivas fue toda una sorpresa para una sala algo fría y vacía, que se fue entonando a medida que el show avanzaba y que vibró coincidiendo con los instante finales del concierto en la enérgica "Girls Can't Play Guitar".
Tras un breve parón que sirvió para que la sala se llenase hasta la bandera demostrando el "no hay billetes" que se anunciaba desde hace semanas, los miembros masculinos de la banda salieron al escenario bajo los acordes de "Tear the Place Up", a los que se unió instantes después como un ciclón Skin, que con unos movimientos más propios de un ejercicio de gimnasia que de un concierto revolucionó el ambiente. Ese arranque enérgico, en el que la cantante se atrevió a hacer crowd surfing en "That Sinking Feeling" (¡Quién diría que tiene 48 años!) se sustentó en los marcados ritmos de bajo de Cass y duró hasta que en la sexta canción del setlist optaron por interpretar "Death to the Lovers", primer tema de su nuevo disco.
A partir de aquí el show entró en una especie de montaña rusa con altos, como la espectacular "Twisted (Everyday Hurts)", y bajos muy diferenciados, debidos en buena parte al empeño de Skin de ponerse tras la guitarra, lo que le resta ímpetu a su propuesta, dejando una versión light de temas como "Bullets" o "My Ugly Boy". Menos mal que un tema de la calidad de "Weak", capaz de hacernos recordar nuestra adolescencia en los 90, lo soluciona todo y reenganchó al público al show, sirviendo además de perfecto preludio para el nuevo single "Love Someone Else", que mezcla las esencias de la banda con nuevos sonidos electrónicos que recuerdan a propuestas como la de los canadienses Metric. Para nuestra desgracia, el concierto continuó con su irregularidad, dejando algunos temas de alta calidad como "I Can Dream" frente a temas prescindibles, incluso con problemas de sonido, como "Beauty Is Your Curse" o "I Will Break You".
Sin embargo, los instantes finales del show recuperarían la energía inicial, primero con la increíble "Charlie Big Potato" en la que la banda demostró una gran potencia de sonido gracias a la batería de Mark Richardson, y después con unos bises memorables. "100 Ways to be a Good Girl" y "Hedonism" sirvieron para el lucimiento personal de Skin, demostrando su capacidad camaleónica para modular el tono de voz en pocos segundos, mientras que el apoteósico final de concierto con "Little Baby Swastikkka", en el que toda la sala saltó al unísono bajo la imaginaria batuta de una Skin convertida en maestra de ceremonias, fue la guinda a un pastel menos dulce de lo que parecía en un principio, pero que aun así nos devolvió la sonrisa en un día nada apacible y nos deja con las ganas de poder disfrutar de un show de los británicos centrado en sus vertiente más rockera. ¿Quizás sea este verano en algún festival?
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