Los americanos Foster the People llegaban a la sala Razzmatazz de Barcelona en una mini gira de presentación de su esperado tercer disco Sacred Hearts Club (2017), que saldrá publicado en poco más de una semana y que les habia llevado un dia antes al Mad Cool madrileño.
Ante una sala sorprendentemente llena por las fechas estivales, y por qué no decirlo también, por el alto precio de las entradas, los de California arrancaron su show algo dubitativos con dos temas de su nuevo disco como “Loyal Like Syd & Nancy” y “SHC”, en los que dejan entrever un paso adelante hacia la electrónica olvidándose de sonidos más guitarreros. Menos mal que optaron rápidamente por ese colorido acercamiento a los sonidos de MGMT que es “Helena Beat” para remontar el vuelo de un show que volvió a decaer en cuanto optaron por temas menores de su discografía como “Pay the Man” o “A Beginner's Guide to Destroying the Moon”.
Entre la evidente desconexión de un público mayoritario y los gritos de fans quinceañeras que se derretian con los bailes del líder de la banda Mark Foster, fue discurriendo sin pena ni gloria el concierto hasta que la psicodélica “Pseudologia Fantastica” y el nuevo single “Doing It for the Money” reactivaron el show, gracias sobre todo a unos teclados hipnóticos. Con una mayor presencia de la batería de Mark Pontius, el concierto fue cambiando paulatinamente de ritmo hasta que consiguieron hacer bailar a toda la sala con la concatenación de “Coming of Age” y “Pumped Up Kicks”, sin lugar a dudas punto culmen del show.
Con el viento a favor, y justo antes de los bises, sería el momento de otro de sus mayores hits, “Don't Stop (Color on the Walls)”, para tras una pequeña pausa volver a su pasado más lejano, ese que les encumbró como banda de éxito dentro del Indie pop, regalandonos sin respiro “Broken Jaw”, “Houdini” y “Call It What You Want”, con las que cerraron el concierto. En resumen, concierto algo irregular de los norteamericanos, en el que los temas nuevos no funcionaron todo lo bien que se esperaría y en el que el exceso de sintetizadores, en vez de dotar de mayor riqueza a sus festivas bases, crearon un batiburrillo de sonidos que solo tuvieron algo de especial en cuanto pasaron a un segundo plano tras la batuta de las percusiones.
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