El último día del festival arrancaba con una carpa llena a rebosar para recibir a uno de los grupos que más está dando que hablar en los últimos meses, Twenty One Pilots. Con su disco Blurryface en lo más alto de las listas de ventas americanas desde finales de mayo, el show de circense de Tyler Joseph y Josh Dun parece no tener fin entre saltos, acrobacias, cuerpos pintados de negro, crowdsurfing tocando la batería y demás monerías, que hacen las delicias de un público que parece olvidarse del componente musical. Para nosotros, solo el single “Tear In My Heart” y “Stressed Out“, que a buen seguro será un pelotazo que sonará en las radios de medio mundo los próximos meses, se salvaron de la quema. Su competencia en lo que a números 1 se refiere era el grupo encargado de abrir la carpa principal, The Maccabees, que llegaban ya no solo como la banda autora de la genial “Pelican”, si no con el número 1 en ventas en su Inglaterra natal gracias a su nuevo disco Marks to Prove It. Sin embargo, y debido en buena manera a la apatía de una banda a la que el escenario parecía quedarle grande, el show no llegó a conectar con el público, que solo vibró con la ya mencionada “Pelican” y con “Marks to Prove It” y “Spit It Out” de su nuevo álbum. Bien en lo musical, pero cuando uno da el salto a los grandes escenarios de los festivales (y más en horas tan tempranas), la interacción con el público se vuelve casi tan fundamental como el sonido..
Como si de un giro de 180 grados se tratase, el ciclón Enter Shikari iba a pasar por encima nuestro apenas unos minutos después. Es posible que al partir de una diferencia tan abismal con la actitud de The Maccabees nuestra percepción puede resultar un poco exagerada, pero lo cierto es que la mezcla de metal, rock y electrónica de los británicos fue un soplo de aire fresco para un público que acabo rendido a sus pies, perdonándoles incluso un pequeño retraso en el arranque del concierto. Pogos, Circle pit, Moshpit e incluso un Wall of Death se pudieron ver a lo largo de un concierto impresionante, cuya segunda mitad fue antológica y donde destacaron “The Last Garrison” y “Sorry I’m Not A Winner“, en la que el cantante Rou Reynolds explicó que debido a problemas con el transporte habían llegado solo hace 1 hora al recinto del festival y quería agradecer a sus pipas el excelente trabajo realizado. En lo que parecía iba a ser la tónica del día, la carpa principal nos volvía a decepcionar con el monótono y aburrido concierto de Passenger, que solo pareció contentar a una primeras filas llenas de parejas acarameladas que disfrutaban del momento como si de un violinista en la cena de San Valentín se tratase.. Lo que parecía ser un concierto de banda tributo a Simon & Garfunkel acabó confirmándose cuando sonaron los primeros acordes de “Sound Of Silence“, que para desgracia del cantante tuvieron mejor acogida que su hit “Let Her Go“.. Lo malo es que nuestra buena suerte de curarnos de un mal concierto con el siguiente no se cumplió en esta ocasión, porque al igual que en el Primavera Sound hace unos meses, Interpol no pasó del aprobado raspado en su concierto, que se mantiene solo por la fuerza de temas como “Narc“, “Evil“, “All the Rage Back Home” o “Slow Hands“, pero en el que se echó en falta algo más chispa durante el resto de canciones, destacando en lo negativo una batería apagada que no consigue transmitir ni una décima parte de lo que lo hace en los discos.
El plato fuerte del festival estaba a punto de llegar con tres conciertos de las bandas que a buen seguro van a estar entre lo mejor del año. El primero era el americano Kendrick Lamar presentando su aclamado To Pimp A Butterfly, y gracias a la acidez de sus letras y a unas duras y reflexivas proyecciones en las pantallas se ganó al público desde el segundo uno. Como si de un predicador se tratase, cada uno de sus temas es cantando al unísono por una legión de holandeses rubios y altos que a priori poco tienen en común con los protagonistas de sus letras, pero a los que acabas uniéndote ante el despliegue de medios del de Compton, que además se hace ayudar de una banda magnifica que consigue meterte en el show ipso facto. Para cuando sonaron “King Kunta“, “Bitch, Don’t Kill My Vibe” o “Swimming Pools“, el show ya era un éxito absoluto y el propio Kendrick ya se sabía uno de los triunfadores absolutos de esta edición del festival. Aunque el suyo no sería el punto culminante de día, que llegaría apenas minutos después con el increíble despliegue de rock y psicodelia de los australianos Tame Impala. Cerca de 50 minutos increíbles que arrancaron con las distorsiones y teclados de una interminable “Let it Happen” que serviría de introducción a un concierto sin fisuras en el que las guitarras y las voces se fusionan para alcanzar un nivel de perfección inaudito. Su característico estilo deja paso por momentos al funk o al disco, recordando incluso a los mejores Bee Gees, para volver después con aun más fuerza a su lado más psicodélico en temas como “The Moment“, “Elephant” o “Eventually” y demostrar que este 2015 es su año.
La guinda del pastel debía de ser el espectáculo de Diplo y sus Major Lazer para cerrar el escenario Alpha, y a tenor de la locura desatada en la carpa no se puede negar su éxito aplastante. Pirotecnia, bailarinas, pantallas a tutiplén, y sin embargo, poca música. Desde el primer momento en el Diplo decide andar sobre el público en una pelota hinchable gigante o Walshy Fire lanza dinero a las primeras filas, uno se da cuenta que lo meramente musical no solo pasa a un segundo plano, sino que es pisoteado tema tras tema.. Su mezcla de EDM con reggaetón triunfa entre un público que parece en éxtasis y que chilla y grita ante cualquier canción, ya sean sus éxitos “Bumaye” o “Leon On” con la colaboración de Mø sobre el escenario, los 15 minutos en los que los raperos holandeses Lil Kleine, Ronnie Flex o Mr.Polska interpretan sus propios temas o simplemente una sucesión de bases de los 70’s y 80’s fusiladas sin piedad.. Major Lazer se ha convertido en una burda versión para masas de aquellas locas sesiones que el propio Diplo ya hacia hace 10 años para cerrar noches del Primavera, pero mientras atraigan a hordas de fans a los festivales ¿Quién les va a toser su papel de cabeza de cartel?.
Con su concierto nos despedíamos de una nueva edición del Lowlands, que nos ha dejado un mejor sabor de boca por los nombres intermedios que por los grandes cabezas de cartel, permaneciendo en nuestro recuerdo solo dos conciertos en la carpa principal (los de FFS y Kendrick Lamar) frente a la aplastante victoria de la carpas menos multitudinarias (Hot Chip, Tame Impala, Enter Shikari, Mø..). En global, de nuevo una buena edición del festival holandés que de haber contado con los grandes nombres que acostumbra hubiese sido excelente, pero que debe plantearse si ante la bajada de venta de tickets en los últimos años, la forma de atraer el público es con shows de EDM para masas (Skrillex, Major Lazer..) o volver a sus orígenes con propuestas de mayor calidad.
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