Para empezar la crítica de este tercer álbum en cuatro años del dúo de Toronto Crystal Castles, quizás merece la pena analizar de manera somera y rápida sus dos primeros trabajos.. El primero surgió como un soplo de aire fresco, con una energía desbordante casi incontenible en temas como Crimewave o Vanished, en el que se entremezclaban de manera casi perfecta los aullidos de Alice Glass junto con los bucles o loops que parecían surgidos de una 8bits de Nintendo. El segundo perdía en su global fuerza, mostrando quizás un espíritu mas nihilista y menos alegre, pero aún así nos entregaba temazos rompepistas como Baptism o Celestica, además de esa maravilla que es Not In Love, especialmente en su versión con Robert Smith..
Las declaraciones durante el proceso de grabación del nuevo disco por parte de Ethan Kath a NME fueron “Cada canción que escribimos es sombría. No queremos otra cosa“, y sin embargo, tras un par de escuchas, nos encontramos ante un álbum mas luminoso y menos visceral; con menos presencia de los habituales gritos espasmódicos de su cantante y con unas atmósferas que podrían abarcar desde el electro-industrial de los Front 242 de los 80, hasta pasajes menos oscuros que podrían firmar los DJ del tecno de Detroit o Chicago de finales de esa década y principios de los 90 o incluso al reciente witch house.
El fondo pesimista de sus canciones sigue estando ahí, como se trasluce en la letra de Affection “Coge una polilla, mantenla en tu mano. Aplastarla es casual”, pero el quejido propio y característico en las voces de Glass suena forzado y hasta diluido, recordando incluso en algunos pasajes a las voces de Romy Madley Croft en el último disco de The XX. Sin embargo, si en algo ha ganado este nuevo disco es en la riqueza sonora que subyace tras la niebla de sintetizadores que abundan en cada canción, sirviendo como muestra la impresionante Child I Will Hurt You que cierra el disco. No resultaría incluso descabellado poder catalogar algunas canciones como Kerosene o Pale Flesh de nuevo Shoegaze si la presencia de guitarras fuese mayoritaria, lo que demuestra la evolución hacia nuevos sonidos del grupo, que se aleja casi definitivamente de los temazos 8bits. Sin embargo, como si se tratase de una esencia a la que es imposible darle la espalda, los fans del grupo que añoren esa época, podrán deleitarse con Insulin, Violent Youth o sobre todo Transgender, que bien podrían haber formado parte de su segundo disco homónimo.
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